ARQUITECTURAS TERMOQUIMICAS
La arquitectura tiene mecanismos que nos permite organizar su materialidad en el espacio y posibilitar la vida en su interior. Nos permite distribuir las masas apartándolas y seleccionar las vistas o incluso llegar a negar el entorno en el que se ubica escondiéndolo a la mirada. Es decir, podemos alterar la relación entre el entorno y el habitante.
Baldeweg nos recuerda que las construcciones físicas siempre incorporan construcciones imaginarias condenadas a caducar, pero entonces, ¿qué cosas esenciales son las que no cambian? Quizás en las explanadas de las dos fotografías podamos percibir que cuando alguno de los elementos constructivos desaparece, ocupan en su lugar otras fuerzas que moldean la composición.
Es imposible ponerse en la piel de Gaudí o Tharrats e imaginar las sensaciones que tendrían al pasear por el lugar y en que puntos fijarían la mirada, es decir, aquellos influjos que tendrían presentes durante la catarsis del proceso creativo y en que manera el paisaje y el entorno que ahora percibimos están influenciados por esta mirada.
Tras un recorrido ascendente por Montjuic, llegamos a un aterrazamiento aprovechando la topografía del lugar. Una vez en la explanada, nuestros pasos adquieren continuidad a través de un único arco cuya suave curvatura convexa nos invita a recorrerlo hasta que una vez en el punto más alejado nos proyecta hacia el exterior. Es una reacción exotérmica a la cual acompasa el único elemento constructivo que adquiere presencia en nuestro recorrido. El pavimento de Tharrats fusiona los brillos del cristal con el mar y los trozos de metal incrustados con la actividad portuaria que descubriremos bajo nuestros pies.
Por el contrario el pavimento transpirable que recoge el agua en la explanada del parque Güell nos habla de procesos endotérmicos, sería como enfrentar una piel a las joyas con las que se recubre el mirador. Al ser vista desde abajo, la explanada del parque es un remate de las columnas cuyas dimensiones y opacidad oculta la actividad que se desarrolla tras ella. Desde la cota de la explanada, el remate se convierte en un banco que orienta sus vistas hacia el interior. Su gran longitud y la repetición múltiple de concavidades y convexidades evitan la jerarquización de un punto o una zona en concreto como ocurría en el mirador y su recorrido se convierte en un paseo homogéneo que rodea el espacio interior de la explanada. La mirada interna que propone Gaudí es la que pone en relación la tierra con su mundo cosmológico y religioso.
Quizás, entre estas dos maneras distintas de ver el mundo en los 5400 metros de distancia que los separa, sea la manera que nos quieran presentar lo que nosotros conocemos hoy en día como Barcelona.
Baldeweg nos recuerda que las construcciones físicas siempre incorporan construcciones imaginarias condenadas a caducar, pero entonces, ¿qué cosas esenciales son las que no cambian? Quizás en las explanadas de las dos fotografías podamos percibir que cuando alguno de los elementos constructivos desaparece, ocupan en su lugar otras fuerzas que moldean la composición.
Es imposible ponerse en la piel de Gaudí o Tharrats e imaginar las sensaciones que tendrían al pasear por el lugar y en que puntos fijarían la mirada, es decir, aquellos influjos que tendrían presentes durante la catarsis del proceso creativo y en que manera el paisaje y el entorno que ahora percibimos están influenciados por esta mirada.
Tras un recorrido ascendente por Montjuic, llegamos a un aterrazamiento aprovechando la topografía del lugar. Una vez en la explanada, nuestros pasos adquieren continuidad a través de un único arco cuya suave curvatura convexa nos invita a recorrerlo hasta que una vez en el punto más alejado nos proyecta hacia el exterior. Es una reacción exotérmica a la cual acompasa el único elemento constructivo que adquiere presencia en nuestro recorrido. El pavimento de Tharrats fusiona los brillos del cristal con el mar y los trozos de metal incrustados con la actividad portuaria que descubriremos bajo nuestros pies.
Por el contrario el pavimento transpirable que recoge el agua en la explanada del parque Güell nos habla de procesos endotérmicos, sería como enfrentar una piel a las joyas con las que se recubre el mirador. Al ser vista desde abajo, la explanada del parque es un remate de las columnas cuyas dimensiones y opacidad oculta la actividad que se desarrolla tras ella. Desde la cota de la explanada, el remate se convierte en un banco que orienta sus vistas hacia el interior. Su gran longitud y la repetición múltiple de concavidades y convexidades evitan la jerarquización de un punto o una zona en concreto como ocurría en el mirador y su recorrido se convierte en un paseo homogéneo que rodea el espacio interior de la explanada. La mirada interna que propone Gaudí es la que pone en relación la tierra con su mundo cosmológico y religioso.
Quizás, entre estas dos maneras distintas de ver el mundo en los 5400 metros de distancia que los separa, sea la manera que nos quieran presentar lo que nosotros conocemos hoy en día como Barcelona.
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